El natural siempre está lleno de aspectos expresivos que,
adecuadamente interpretados por el artista, habrán de cobrar una gran
plasticidad en el dibujo. Entre los elementos más significativos que
existen en este sentido se encuentra el mar.
El mar no es estático, sino que cambia y se mueve constantemente. La
observación atenta de los cambios que se producen en él será el primer
paso para que tales estados sean plasmados fielmente en el papel. La
representación de la tranquilidad en el mar requiere un tratamiento
específico, de la misma manera que la turbulencia produce una ruptura
en la horizontalidad de las líneas representativas del mar. Por
último, sobre la superficie del mar también se produce un efecto de
perspectiva que hemos de tener en cuenta a la hora de dibujar este
tipo de paisajes.
El efecto de quietud
Un predominio de líneas
horizontales, en las que se hacen visibles los reflejos de los
objetos situados en el mar, caracterizan el mar en calma. La
propia quietud del barco y el tratamiento de las velas como tono
plano abundan en la sensación de tranquilidad.
El efecto de movimiento
El mar al agitarse rompe la
horizontalidad, la propia línea de horizonte queda sin
definir y los reflejos en la superficie apenas existen. El
barco ahora se mueve y las velas se hinchan... Como se puede
apreciar, no es necesario dibujar con precisión las olas,
sino romper su horizontalidad.
El efecto de perspectiva
Para lograr un dibujo correcto
del mar hay que contar con la perspectiva y aplicarla en el
tema que deseemos representar. En las grandes masas líquidas
las líneas que marcan las crestas de las olas tienden a un
solo punto de fuga y las más cercanas al espectador aparecen
más oblicuas y separadas.
Matices del paisaje portuario
Las escenas portuarias ofrecen un atractivo constante a los
artistas por la enorme variedad de elementos que intervienen
en su composición y por la riqueza que los mismos requieren.
También es muy frecuente que el dibujante deba aplicar con
rigor la teoría del tratado perspectivo lo cual le
facilitará notablemente la plasmación de la sensación de
profundidad. En la ilustración vemos un dibujo de Alberto
Durero (1471 1528) que refleja la actividad del puerto de
Amberes.
A diferencia de
aquellos dibujos en que el mar es tratado desde un punto de
vista lejano, en caso de que el mar se halla próximo al
dibujante, lo que ocurre en las escenas portuarias, será
necesario crear un ambiente especialmente cálido, donde
todos los elementos serán importantes en el dibujo, siendo
el mar un ingrediente más de la escena.
Con
estas recomendaciones nos disponemos ya a afrontar un tema
de dibujo realmente interesante y sorprendente por las
posibilidades expresivas que con él se pueden conseguir.
A partir de este
dibujo, podemos reflexionar en los aspectos más destacables de
este tipo de trabajos. Así, no buscaremos un gran detalle de
acabado, sino más bien una impresión general.
Será muy importante el tratamiento
que demos a las embarcaciones, y en ellas matizaremos
fundamentalmente las zonas más próximas. Diferenciaremos también
los distintos planos de profundidad, superponiéndolos,
distinguiendo sus formas y sus tonos correspondientes,
reservando los negros y los oscuros más intensos para los
primeros términos y degradando progresivamente los tonos hasta
el fondo.
El efecto de profundidad
Ante cualquier tema pictórico o de dibujo el artista habrá de
colocarse durante la etapa de aprendizaje inmerso en el propio
natural para captarlo en su verdadera dimensión y reflejarlo con
la fidelidad precisa. En el tema del paisaje esta recomendación
se hace absolutamente imprescindible. Por esta razón, sugerimos
a los interesados en el tema que practiquen a partir de una
observación atenta de estas escenas. Proponemos el empleo del
lápiz de grafito, por la comodidad que supone, teniendo en
cuenta en todo momento que la entonación que con él llevemos a
cabo habrá de ser progresiva. Al tratarse de un paisaje
distinguiremos los primeros de los últimos términos claramente,
reservando los contrastes máximos para los planos más próximos.
Motivo central de nuestro dibujo serán dos barcas cuyos reflejos
sobre la superficie del agua habrán de ser representados con
sumo cuidado. Por el contrario, las barcas que aparecen al fondo
de la escena quedarán simplemente insinuadas de una forma
somera.
1.En primer lugar,
comenzamos encajando las masas, situamos la línea límite del
mar, marcamos las formas de las barquillas en último término y
efectuamos una ligera entonación.
Seguimos con una
entonación intensa, reservando los blancos; desarrollamos las
barcas del fondo y fijamos algunos reflejos con trazos cortos y
horizontales.
Hacemos resaltar los
blancos, oscureciendo el tono en torno a ellos, y reservamos los
oscuros máximos para las barcas en primer término, con lo que
concluimos el dibujo.
El dibujo de olas
OLAS AGITADAS:
Cuando nos planteemos la necesidad de representar el mar con
olas agitadas cuidaremos fundamentalmente de la diferenciación
de texturas: el mar en lejanía lo representaremos mediante
líneas onduladas, inestables y rítmicas; sin embargo, la masa de
la ola en el momento de su impacto contra las rocas, se plasmará
a base de contrastes muy ligeros y formas indeterminadas.
OLAS TRANQUILAS: Por
el contrario, las olas tranquilas presentan una masa general
uniforme y unas formas blancas que siguen una dirección de
perspectiva. Distinguiremos en su dibujo dos tonos, el blanco
máximo de la espuma de la ola, y un tono oscuro, más o menos
intenso, que nos indicará su elevación. En cuanto al esquema
general, emplearemos una textura muy horizontal, con
ondulaciones muy extensas y paralelismo de perspectiva.